El Sábado Santo es el penúltimo día de la Semana Santa, así como el último día de preparación del Triduo Pascual para la Pascua de Resurrección. Representa un tiempo de silencio, vigilia y oración.

Lo que conocemos como Sábado de Gloria es considerado como un día de luto para el cristianismo pero, también es un símbolo de esperanza, ante la espera del Cristo resucitado. Las actividades predominantes que realiza la Iglesia son la vigilia, el retiro, la oración y la reflexión; no hay celebraciones eucarísticas de ningún tipo, tampoco se practica otros sacramentos más allá del de la unción de los enfermos y el de la confesión.

Días como hoy, debemos recordar que Jesús entregó su espíritu y murió con la convicción de que el Padre no lo dejaría solo en la tumba, pues, todavía tenía un propósito que cumplir. Así también nosotros necesitamos esperar en silencio -entendiendo que el silencio no es ausencia-, confiando en que Dios está obrando en nuestras vidas.

El Sábado Santo es un recordatorio de que nuestra deuda ya fue pagada con la sangre del Cordero; que ya no hay condenación para los que creen. Es un preámbulo esperanzador de la Gloria y Victoria de Jesucristo. Confiemos, pues, con fe en sus promesas mientras llega su milagro.