Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. (1 Corintios 11, 23-26)
Una nueva Semana Santa ha llegado; y con ella, a un tiempo de reflexión, agradecimiento, perdón y sanación se nos ha invitado. Hoy, Jueves Santo, conmemoramos el inicio del Triduo Pascual, es decir, el recordatorio de la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo. Es el comienzo del momento central de la Semana Mayor y del año litúrgico.
De acuerdo con los Evangelios, los sucesos que se recuerdan cada Jueves Santo son la última cena de Jesús con sus apóstoles y la oración en el huerto de Getsemaní. En el primer acontecimiento, se describen el lavado de los pies de los doce discípulos, la traición de Judas Iscariote y la negación de Pedro; mas, lo más importante de este es la institución de la Eucaristía, como santo recordatorio de la labor y sacrificio del Cordero de Dios para el perdón de nuestros pecados.
Que en este tiempo podamos -aunque no seamos dignos- dejar entrar a Jesús en nuestros corazones, para que pueda sanarnos y guiarnos como el buen pastor que es, recordando que, gracias al infinito amor del Padre, somos salvos en él.